El mundo al revés: En Macao les parece divertido hacer slowroll
Por norma general, el slowroll está considerado como una práctica poco ética y de mal gusto, pero en Macao no sólo no existe esa concepción, sino que lo consideran algo divertido. Está claro que Macao es un mundo aparte donde en ocasiones lo grande puede parecer pequeño y lo desleal puede ser tronchante.
Pocos conocen ese mundo mejor que Sam Trickett y así lo ha confirmado en unas declaraciones recogidas en assopoker.com:
“Puede que no se haga si el bote es muy significativo, pero si se está jugando contra un amigo y el bote es pequeño, lo normal es hacerlo. No se trata de algo malicioso. Lo hacen porque les parece que el juego así es más divertido”.
Habría que saber qué se considera un bote pequeño en Macao.
Sam Trickett lleva ya tiempo jugando las partidas de high stakes de Macao y aparte de tener costumbre diferentes, no creo que tenga quejas de cómo se desarrollan allí las cosas. Sólo hay que adaptarse y sacar el mayor rendimiento posible y pocos lo están haciendo tan bien como Trickett.
El británico está obteniendo grandes beneficios desde su llegada a Macao, incluyendo el bote más grande de su carrera, de 2,5 millones de dólares. La receta es sencilla:
“Es el lugar perfecto para jugar al poker porque no hay distracciones, pero las sesiones se pueden alargar hasta 24 horas y eso acaba resultando muy agotador. Para estar lúcido todo el tiempo siempre trato de alternar el juego con un poco de gimnasio y por supuesto, con el descanso necesario”.
Por otra parte, Trickett también habló sobre la reciente compra de su Ferrari por 257.000$. Está pensando en venderlo y no es por una cuestión de dinero (Trickett lleva casi 15 millones de dólares ganados en torneos en vivo.), es por vergüencita.
“Puede que lo venda en un par de años. Conduciéndolo me di cuenta que llama demasiado la atención. Cuando voy al volante todo el mundo me mira fijamente y me hace sentir un poco estúpido. Por eso siempre trato de tomar carreteras secundarias y cosas así”.
No resulta fácil ocultarse conduciendo un Ferrari y menos viviendo en un pequeño pueblo de Inglaterra. De todas maneras, si lo quiere vender, no creo que le falten amigos pudientes dispuestos a comprarle lo que en su día calificó como “la peor decisión financiera de mi vida”. Cuando ya no sonría como un niño al subirse a él, lo venderá.
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