Nuevas teorías sobre como esconder tus emociones en una mesa de poker
odos hemos oído hablar de la «cara de poker», esa careta bajo la que cualquier jugador trata de esconder sus emociones. Incluso han salido estudios poniendo en duda su eficacia. Puede que el problema fuera que mirábamos en la dirección equivocada. Según otro trabajo publicado en Psychological Science, son los brazos y no el rostro la parte más significativa del cuerpo a la hora de captar detalles y movimientos reveladores.
Cuando un jugador aficionado o procedente de internet empieza a practicar en vivo, una de sus preocupaciones suele ser delatar sus jugadas a los ojos experimentados de los habituales de los tapetes. Capuchas, gafas de sol, pañuelos y los disfraces más diversos ayudan a esconder los temidos tells o «cantes», como traducían la palabra en la estupenda película «La casa del juego» («House of games», 1987), de David Mamet.
Para elaborar el estudio «Quality of Professional Players’ Poker Hands is Perceived Accurately from Arm Motions» (algo así como «La calidad de las manos de los jugadores profesionales de póquer se percibe con precisión gracias a los movimientos de los brazos»), Michael L. Slepian y sus colaboradores, estudiantes de la Universidad de Stanford, ofrecieron a una serie de voluntarios vídeos extraídos de las Series Mundiales. Las imágenes habían sido editadas para que solo pudieran verse tres planos de los jugadores: en uno se veía el cuerpo entero, en otro solo la cara y en el tercero solo los brazos, en el momento en que empujan las fichas al centro de la mesa.
Como habrá adivinado el lector, las mejores lecturas se consiguieron observando sólo los brazos. Los peores, vigilando la cara de los jugadores, para quienes conseguir una poker face es ya cosa de niños. Entre los voluntarios, conviene decirlo, no había profesionales del juego, aunque la mayoría estaban familiarizados con el póquer.
Otro dato significativo contra la «cara de póquer», según este estudio, es que quienes miran solo el rostro de los jugadores no sólo son incapaces de penetrar en lo que hay detrás, sino que a menudo son engañados por la «actuación» de los profesionales y ven lo contrario de lo que deberían. Observando sólo los brazos, por el contrario, es más fácil detectar la confianza del jugador y descubrir sus faroles y sus jugadas más fuertes.
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