La columna de Trallero Reiser: Stu Ungar, el último jugador puro
Tenía desde hace casi dos años el libro con la biografía de Stu Ungar en el estante y lo iba leyendo a ratos, hasta que hace poco lo terminé. Independientemente de que os guste el poker o no, me parece un libro de lectura más que recomendada por la riqueza de las experiencias que allí se cuentan, eso sí, con el handicap de que está en inglés y de que hay mucho "slang" propio de Estados Unidos. De todos modos, aunque seais hispanohablantes como yo, merece la pena el esfuerzo.
Si estáis leyendo esto, muy probablemente conozcais ya detalles de la vida de este personaje, pero para los que os estáis iniciando en el poker o sencillamente no hayáis oido hablar de él en la vida, daré cuatro detalles de la vida de este personaje en pocas líneas.
Considerado por una gran mayoría en jugador de poker más grande de todos los tiempos, Stu comenzó a muy temprana edad, con 15 años, a ganarse la vida jugando gin rummy. Dejó el instituto, y en varios clubs de su natal Nueva York se hizo un nombre entre los jugadores de la época. Sin control sobre el dinero y con asedio económico de círculos mafiosos de la ciudad, a pesar de la gran cantidad de dinero que manejaba, se traslada a Las Vegas, donde empieza su carrera a lo más alto, y unos años después, su declive. Una vez en Las Vegas, aprende a jugar No Limit Holdem, juego en el que se proclama como uno de los grandes, ganando tres Main Event de las WSOP. En cash games, gana auténticas fortunas, que pierde siempre a las pocas horas o días apostando en eventos deportivos, caballos o incluso en partidas de golf, juego en el que era un pésimo competidor. Muere a los 45 años, a finales de 1998, solo y sin apenas dinero, a causa de una sobredosis en un motel.
Muchos dicen de él que es el Jim Morrison del poker. Lo cierto es que después de leer su biografía, yo llego a la conclusión de que era un adicto a la adrenalina, a vivir situaciones de riesgo, no era un jugador en estado puro sólo para el poker, era un jugador en estado puro de la vida.
Llevaba el carpe diem hasta sus últimas consecuencias. No era algo extraño verle ganar y perder más de un millón de dólares el mismo fin de semana, o bien ganar auténticas fortunas jugando al poker, para acto seguido ir a apostar al hipódromo y perderlo todo. O incluso al golf, donde aprendió de la mano de Doyle Brunson y Mike Caro, ya estaba haciendo apuestas de más de 10.000 dólares al cabo de 10 minutos de que le enseñaran a jugar.
Toda una vida de excesos de alcohol y drogas fue lo que acabó con él, ya en las series mundiales del 97, las últimas que ganó, llevaba unas gafas, no para ocultar sus ojos, sino su nariz: tenía destrozado el tabique debido al consumo de cocaina. Hay incluso una anécdota en una de las series mundiales en los 90, en que se hicieron apuestas entre jugadores profesionales para ver si Stu sería capaz de bajar a jugar al Casino a jugar el evento o no, ya conocedores de su problema con las drogas. No parece que se implicaran mucho más para ayudarle a salir del hoyo en que se había metido.
A nivel de anécdota, decir que vivió gran parte de su vida "fuera del sistema". Nunca tuvo número de la seguridad social, hasta que ganó las primeras WSOP, y para cobrar el premio tuvo que sacárselo a toda prisa. Nunca tuvo pasaporte hasta que le obligaron a hacerse uno en un aeropuerto donde partía a jugar una competición a Europa. Y añadido a esto, su alergia a depositar su dinero en los bancos. Antes de la llegada de los cajeros automáticos, llegó a tener repartidas en varias cajas de seguridad de Las Vegas más de 3 millones de dólares para así poder disponer del dinero cuando lo necesitase, aunque fuese en mitad de la noche.
En el terreno del poker, era un auténtico asesino para el resto de sus jugadores. Palabras que salieron de su boca son que "para ganar a alguien, me sugestiono para odiarle". No era extraño escucharle murmurar que "quería cortarles el cuello al resto de jugadores", rompiendo toda etiqueta. Sus grandes puntos fuertes para acabar con los rivales eran la lectura de sus cartas, algo en lo que en gin rummy era un auténtico maestro, e incluso hacía "apuestas extra", adivinando las cartas que tenían en la mano, su falta total de miedo a lanzarse a aceptar una apuesta y sin duda, un olfato digno de un depredador para detectar la debilidad de los contrincantes. Con estas habilidades, sin duda el azar o la suerte pasan a un segundo plano, y prueba de ello es que ganó 10 de los 30 torneos grandes en los que participó. Cualquier jugador, aunque sea un excelente jugador, puede necesitar cientos para llegar a ganar 10. Él lo consiguió sólo con 30.
Como muchos genios, tuvo que vivir la vida a su manera y dejarnos pronto. Quizá sin su falta total de miedo no hubiera sido todo lo grande que fue, y hubiera sido tan sólo uno más. Pero a mí me queda claro, que aunque quizá no el último, sí que fue un jugador de la vida en estado puro.