May Maceiras: El Deporte Nacional
Este fin de semana estuve en Portugal en la final del circuito Solverde. No pude jugar el torneo, porque la mesa final se celebraba el lunes y tenía que coger un avión a Praga (donde estoy ahora mismo esperando a jugar el EPT), pero acudí igualmente porque mi novio y mi padre querían jugar el torneo y porque me habían invitado a entregar un premio.
El caso es que además del torneo, se celebraba una gala, una entrega de premios, que galordonaba a los jugadores más destacados del año de la comunidad portuguesa. A mi me pidieron que fuera a entregar el premio a la mejor jugadora, y con lo que me gustan a mí los saraos me faltó tiempo.
El caso es que durante la gala hubo un par de detalles que me sorprendieron muy gratamente. El último premio reconocía al Jugador (portugués) del Año. Habia seis nominados, entre ellos, Joao Barbosa y Ricardo Sousa, el primero el flamante ganador del último EPT (Varsovia) y el segundo, Ricardo, que también ha tenido resultados excepcionales (entre otros, un segundo puesto en un EPT).
Ganó Joao Barbosa (indudable mérito ganar un EPT y más aún, ser el primer portugués y conseguirlo, suficiente como para obtener el reconocimiento de su comunidad). Lo que me sorprendió, y me emocionó (soy una sentimental) fue que cuando dijeron su nombre, las más de 200 personas que había en la sala se pusieron en pie al unísono, para aplaudir y vitorear al campeón, en señal de reconocimiento.
Se me pusieron los pelos de punta! Qué exagerada, diréis vosotros, pero no... Me imaginé como habría sido la misma gala en España y poco tiene que ver. Disculpadme los lectores latinoamericanos, porque no conozco la situación del poker y las comunidades de jugadores en vuestros países, asi que me tengo que limitar a hablar de mi realidad, que es el contexto español.
En España tenemos muy buen ambiente de poker, sobre todo de poker en vivo, que es la oportunidad para verse las caras, relajarse todos juntos después del torneo, tomar unas copas y pasar un rato agradable en compañía de otros jugadores. PERO... las cosas no son así cuando nos damos la vuelta. De todo hay, claro, pero por norma general, abunda más el mal rollo, la envidia, la pelea de egos, las criticas destructivas y en general el acoso y derribo patrio que se nos da por practicar cada vez que alguien destaca en algo...
Si la gala hubiera sido en España, con jugadores españoles, probablemente nadie se habría levantado para aplaudir al ganador. Sea quien fuera a quien le dieran el premio. Bueno, quizás si se lo dieran al gran Cayetano, jugador muy querido por todos, a lo mejor era otra cosa, pero cualquier otro nombre que se me pueda ocurrir termina con el mismo panorama: se habría levantado el grupo de amigos del ganador, mientras que el resto de asistentes se lanzarian al murmullo y a la crítica: pero por qué se lo dan a este pringao que no ha hecho nada? Pero qué ha ganado éste? Pero si yo me lo merezco más! Bla bla bla.
Qué lástima. Yo me emocioné cuando ví la reacción de los compañeros de Barbosa, cuando ví cómo le aplaudían y lo sentido de los aplausos. Qué envidia. Qué profunda envidia. No de Joao, entendedme, sino de esa comunidad de jugadores.... (y envidia sana, en cualquier caso)
Los jugadores portugueses hacían torneos de 100€ mientras en España celebrábamos el segundo circuito del CEP, con un buy-in de 660. La primera vez que fui a jugar allí el nivel me pareció algo inferior al de España (cosa complicada, pero era así). La segunda vez que fui (con apenas unos meses de diferencia) ya nos superaban. Al menos a mi juicio. Los jugadores portugueses han crecido todos juntos, y viven esto del poker con un compañerismo y un buen ambiente que ya quisiéramos nosotros. Normal que evolucionen más rápido.
Mientras aquí la comunidad del poker busca motivos para dividirse: que si los matemáticos o los jugadores de corazón, que si el online o el vivo, que si madrid o barcelona, allí gozan de una comunidad unida, abierta y respetuosa. Quizás sea sólo la imagen, que desde fuera todo se ve muy bonito, pero sí que es verdad que los portugueses ponen pasión donde nosotros ponemos desgana.
El caso es que sus jugadores han evolucionado más rápido y han dado un salto de calidad tremendo mientras que muchos de nosotros seguimos anquilosados. Porque aquí no se debate, se discute. Aquí nadie tiene nada que aprender, pero mucho que enseñar. Aquí seguimos prefieriendo el "tomateo" y la sátira en vez de la seriedad y profesionalidad. Aquí se monta el mejor torneo de la península y la gente se queja de que no hay cena.
Qué se le va a hacer. Así nos va. Escuché algo el otro día, o lo ví en algún sitio (lamento no poder indicar la referencia, pero no la recuerdo), sobre cómo los españoles estamos tan acostumbrados a perder, que casi no nos gusta ganar. Estamos cómodos con nuestra mediocridad. No queremos ser mejores, nos llega con saber que hay alguien peor que nosotros. Y cuando surje un ganador (veáse, hablando de deportes, Fernando Alonso, Nadal, Gasol, y un largo etc.) aparecen tantos -o más- detractores como admiradores: "sí, sí, ganar, gana, pero es un borde que te cagas, me cae fatal". ¿pero cómo es esto posible? Es una verguenza, pero así somos. Somos los que les reímos las gracias al tonto de la clase mientras le hacemos la vida imposible al más inteligente. Los que encumbramos a los vividores, pícaros y buscavidas en vez de a los trabajadores, honrados y disciplinados.
En fin. Me ha quedado un artículo muy "offtopic", pero resumiendo: estamos más interesados en dar cátedra y que nos doren la píldora que en escuchar y aprender. Cuando aparece alguien más listo, o mejor preparado, cuestionamos su método o, en todo caso, decimos que nos cae mal y que es un borde y un aburrido. Creemos que lo sabemos todo cuando no sabemos NADA. Y por si todo esto no fuera suficiente, encima nos ponemos la zancadilla los unos a los otros. Pues estamos listos. Más nos valía aprender de los vecinos...
May Maceiras es jugadora del Equipo Everest Poker y tiene un blog que actualiza habitualmente.