Trallero Reiser: Cámbieme usted esto en fichas
Más de una vez habréis escuchado esto en un casino. Y es que claro, jugar con monedas y billetes de por medio sería un jaleo de los gordos, y aparte, la percepción de que te estás jugando una fichita de esas al negro o al rojo no es la misma que si plantaras allí un billete de cien euros. ¿Pero de dónde salió la idea de usar fichas en los casinos como las conocemos hoy en día? De eso os voy a hablar en esta columna.
Tenemos que remontarnos prácticamente 90 años atrás, a principios de 1920. Y como si estuvierais usando google maps, viajad hasta el pueblo de Beaune, en Francia. Allí hay una pequeña empresa formada por un litógrafo, Etienne Bourgogne y el ingeniero Claude Grasset. ¿Y a qué se dedicaba esta extraña pareja? Pues aunando conocimientos de cada uno en su materia, intentaban hacerse paso para promover el uso del plástico en artículos convencionales que tradicionalmente estaban hechos de otros materiales, tales como broches, pinzas para el pelo e incluso barajas de cartas plastificadas. Intentaban explotar la versatilidad del plástico y lo económico de su producción para introducirse poco a poco en una gran diversidad de mercados y así convertirse en los pioneros de esta industria. Ya se sabe, el primero que llega podrá comerse la sopa caliente. Pero su vida cambió radicalmente en 1925.
En 1925, nuestro amigo Grasset estaba leyendo el periódico Le Figaro, y rápidamente una noticia captó completamente su atención. El rotativo explicaba cómo un jugador había hecho saltar la banca en el casino de Montecarlo (no fueron Los Pelayos, esto tendría que esperar unos cuantos años aún), y se había hecho con la nada despreciable suma de 600.000 francos, una fortuna para aquella época. Esto no tendría relativamente nada de particular, a no ser que horas después y una vez que el jugador ya se había marchado, el administrador del casino comprobó asustado que las fichas que había usado el elemento eran falsificaciones de las que se usaban allí, fabricadas en marfil y madreperla.
A Grasset se le encendió una bombillita y vio una salida viable al uso del plástico. Aprovechando sus conocimientos técnicos, podía ayudar a aquel casino a hacer frente al problema de la falsificación de las fichas. Inmediatamente, se puso a trabajar con su socio en la elaboración de unas fichas de nueva generación, que tenían la particularidad de poseer una fina película de plástico sobre la impresión que se les hacía, lo cual las convertía en prácticamente imposibles de falsificar. Las fichas de casino, tal y como las conocemos hoy, empezaban a tomar forma.
Una vez que habían fabricado los primeros prototipos, enviaron algunas de muestra a Blanc, el director del casino de Montecarlo por aquel entonces. A los pocos días, obtuvieron la respuesta de Blanc, en forma de un primer pedido de sus fichas. Así fue como Bourgogne y Grasset empezaron con la aventura de convertirse en los líderes proveedores de fichas a los casinos de medio mundo.
Pasan los años, y entonces entra en escena otro personaje crucial en esta historia: Daniel Senard. En 1945 acaba la Segunda Guerra Mundial, y Senard vuelve a casa tras casi cinco años de ser prisionero de guerra a manos de los nazis. Con la fortuna familiar respaldándole, el negocio de Bourgogne y Grasset despierta su atención, y ve en él potencial para explotarlo y mejorarlo más aún. Les compra su empresa, y hace una inversión extraordinaria de tiempo y dinero en investigación y desarrollo de las famosas fichas de los franceses. Es así como introduce detalles en las fichas que perduran hasta hoy, como por ejemplo las famosas bandas de diferentes colores, e incluso impresiones invisibles en las mismas, lo que se convirtió en su momento en un nivel de seguridad sin precedentes.
Con gran rapidez, la producción de fichas de la factoría atravesaron fronteras, no sólo a nivel de Europa, sino en varios continentes. Incluso el Shah de Irán y el rey Farouk de Egipto poseían fichas personalizadas de la marca. Excentricidad de adinerados, sin lugar a dudas. En la actualidad, la empresa está en manos del hijo de Senard, y es proveedor oficial del 90% de los casinos de Europa.
Pero esta historia está basada en lo que ocurrió en Europa, ¿qué ocurría mientras tanto en Estados Unidos? ¿Por qué las fichas de Bourgogne y Grasset no llegaron allí?
Bien, el tema de las fichas en Estados Unidos fue por otros derroteros e íntimamente ligada al poker. A mediados del siglo XIX, los jugadores que jugaban al poker en los salones usaban dinero de curso legal y oro, ya fuera en forma de pepitas o polvo, para realizar sus apuestas. Debido a la incomodidad que suponía, rápidamente fueron reemplazados por fichas fabricadas en marfil, madera, papel e incluso arcilla.
¿Y cuál era el problema con estas fichas? Pues ya os podéis imaginar cuál, si líneas más arriba leíais cómo un falsificador les coló fichas falsas al mismísimo casino de Montecarlo. Allí cualquiera podía llevar fichas escondidas, ya que no eran excesivamente difíciles de imitar, y ponerlas en juego de manera disimulada a su conveniencia. ¿Resultado? Muchísimas veces se acababa el juego con más fichas de las que se empezaba, lo cual suponía pérdidas sustanciosas al organizador, que debía poner de su bolsillo la diferencia de dinero.
Para contrarrestar esto, los fabricantes empezaron a hacer diseños específicos para las fichas, sobre todo las de marfil, que eran diferentes para cada casino, y aunque las diferencias podían ser sutiles, se diferenciaban correctamete las unas de las otras, ya fueran con un gravado o un relieve. Paralelamente, y con un coste y unos objetivos más modestos, se empezaron a fabricar fichas de arcilla, en diferentes colores, por casi 60 años, desde 1880 a 1940. ¿Y qué ocurrió en la década de los 40 en el siglo pasado? Pues que seguramente influenciados por el trabajo de Bourgogne y Grasset empezaron a fabricar fichas en plástico, mucho más económicas en su producción y versátiles en su diseño. Las podéis ver combinadas con metal e incluso oro. De hecho, a día de hoy, sólo determinadas "fichas" de alto valor se hacen de material diferente al plástico. Les deben dar glamour.
Así que la próxima vez que organicéis una timba en casa, ya sabréis toda la historia que hay detrás de las fichas de poker. Y si no tenéis, a jugar con la bolsa de pesetas de toda la vida, que para el caso, es lo mismo.