Psicología del Poker y Deportes -- Parte I
Si le contase a mis amigos o a mi familia que iba a buscar el consejo de un especialista en psicología del deporte, probablemente se estarían riendo de mí hasta finales de 2.010, como mínimo.
Estoy bastante lejos de ser un atleta, pero en el poker hay algo distinto, y es que no importa mi falta de físico, es un desafío donde aquellos que no sabemos ni coger una pelota podemos competir con los mejores y tener una posibilidad de ganar.
Hay quien considera que el poker no es deporte, pero yo veo claro que un psicólogo deportivo puede resultarnos útil. A pesar de que es un juego esencialmente matemático, las apuestas, el dinero, la agresividad, el ego y la competencia son suficiente para convertirlo un juego en el que puedes verte "asfixiado", y ver cómo las emociones y las acciones sin control pueden hacer que tu banca se esfume ante tus ojos.
El último año como jugador han sido muy duros para mí, me he sentido como si me hubiese mordido una cobra, y el jugador con peor mala suerte del planeta. Ya llevaba un tiempo cuesta abajo, perdiendo constantemente con manos buenas. Llegué a un punto en el que rezaba para tener suerte cada vez que apostaba, y eso afecta a tu manera de jugar. Me estaba volviendo supersticioso, y no me esforzaba fuera de las mesas para mejorar mi juego.
"Bien, sabes que lo que me estás contando son un montón de tonterías, verdad?", me dice Jared Tendler, preparador mental de deportistas, en nuestra primera reunión. Realmente no es lo que esperaba, contaba con encontrarme algo del estilo "sesiones para visualizar y ganar", lo cual asociaba a la psicología deportiva.
Pero la cosa no funciona así con Tendler, él es realmente un consejero cualificado, y se rige por la máxima siguiente: tú eres lo que haces.
Los seres humanos estamos condenados a repetir el mismo error miles de veces, y el cometido de Jared es hacer que percibas lo que estabas haciendo mal, porque lo estaba haciendo, y ayudarme a cambiarlo. A evitarlo.
Conseguimos detectar tres problemas que yo tenía, y todos ellos estaban íntimamente relacionados.
Primero: mentalidad de víctima; yo creía realmente que era el jugador con peor suerte del mundo. Un gafe. Una víctima de algún mal de ojo o algo así.
Segundo: estaba asustado y jugaba con miedo. Tomaba siempre decisiones con el menor riesgo posible, optando por el camino de la menor varianza (y el más seguro) en cada situación.
Tercero: no usaba mi tiempo fuera de las mesas para aprender, vía estudio, con un trabajo real de mejora.
Es clara la relación entre los tres problemas, una cosa lleva a la otra en un círculo sin fin. Los dos primeros provocaban pereza fuera de las mesas, y no estudiaba porque realmente tenía metido en la cabeza que jamás sería un buen jugador.
Tenía razón; una luz se encendió en mi cabeza y se me acabó el escepticismo respecto a las mejoras que se pueden conseguir con un buen preparador a nivel psicológico.
En vez de embarcarme en un viaje mental estilo "montaña rusa" con un puente de oro al final, Jared me propuso un paseo muy calmado y lento, arrancando despacio y luego siguiendo con firmeza, sin marcha atrás. Todo era cuestión de ir añadiendo pequeños cambios cada vez que jugaba, en vez de tratar de reinventar la rueda.
Por ejemplo, para curar mi aversión al riesgo, tenía que enfrentarme a la situación más terrible que pudiese imaginar (me imaginé jugando contra Durrr sin ver mis cartas...), pero mientras no llegue a esa situación, tendría que tomar nota de cada vez que me enfrentase a una situación de riesgo, y al final de la sesión de poker, analizar esas notas y descubrir cómo me sentía en cada ocasión.
Otro pequeño cambio: en cuanto a mi pereza con el estudio, descubrí que no estaba escogiendo las mejores situaciones de cara al análisis de mi juego. Me concentraba en las manos más grandes que ganaba o perdía por una cuestión de habilidad. En vez de usar estas manos para el análisis y el estudio para no volver a ser derrotado con facilidad, estaba, simplemente, reforzando mis prejuicios anteriores, eludiendo pensar que podría ser mejor, peor o más "suertudo" de lo que realmente era.
Es mucho mejor pararse a analizar una mano que me haya hecho pensar, donde sienta que mi corazón late con fuerza, o donde estaba confuso, que aquellas en las que todas las fichas van al centro. En vez de cambiar mi manera de jugar, estaba cambiando mi manera de aprender poker, creando capacidad para absorber más de cada sesión.
Así logre detectar los problemas en que estaba metido, ahora era cuestión de pasar a la prácitica...
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